EL JOVEN PROMETIDO.
Este elegante joven vestido con frac y pajarita blanca luce una flor del mismo color en la solapa. Las flores blancas significaban pureza, amistad y confianza y también compromiso por lo que en una sociedad cargada de simbolismos no sería de extrañar. Hacerse una fotografía en el siglo XIX debía ser un acontecimiento de importancia con carácter de celebración, festividad o solemnidad, ya que implicaba el vestirse y prepararse para la ocasión, el acudir casi siempre acompañado al estudio, y el negociar el carácter del retrato, la puesta en escena, y la iluminación con el fotógrafo.