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Imagen de antigua cerveceria de catas para visitas ubicada en la fábrica de Alovera en Guadalajara. La más grande de España y entre las primeras más avanzadas del mundo a nivel tecnológico, productivo y ecológico.


Los cinco caballeros de la foto posan alrededor de la mesa con unas cartas en la mano. Quizás pertenecen a un mismo gremio de trabajo para algun tipo de administración. Gracias al estudio fotográfico de Almayso en Madrid, Mahou dispone de uno de los fondos fotográficos históricos más importantes de España y consiguientemente de Europa, en retrato y composición costumbrista de la segunda mitad del siglo XIX en adelante.


Estos hombres conforman una desenfadada escena sentados alrededor de una mesa jugando a las cartas y luciendo sus sombreros. Todos lucen barba o bigote. Existían muchos tipos de bigote, el natural, sin artificios, bigote inglés con puntas hacia afuera, imperial, pequeño tupido con las puntas en rizo hacia arriba, húngaro, más grande y estilo libre o Friendly Mutton chops que une las patillas por el bigote.


Retrato frontal de un hombre mayor, sentado con su pequeña nieta en el regazo, algo distraida quizas por el calido sol que le dá de frente o por las muchas curiosidades que le depara el jardín. Fotografía perteneciente al fondo histórico del archivo Mahou-San Miguel, que posee casi 5000 imágenes de sociedad del siglo XIX y principios de XX.


Bonita foto por el gesto sonriente de los progenitores de la pequeña que mira distraída al fotografo con una muñeca en la mano. Quizás su regalo de cumpleaños. Las muñecas en el siglo XIX podían tener cabeza de porcelana, convirtiéndose en piezas de gran valor. Las muñecas francesas eran las más cotizadas por su complejidad y los vestidos que marcaban estilo en la moda del momento. Figuras muy elaboradas con vestidos de gran calidad convertían estos objetos en herencias que pasaban de padres a hijos. Se popularizaron a finales del XIX en madera o papel maché. Aunque la muñeca más popular en España no llegaría hasta 1938 con la fabricación en serie de Mariquita Pérez, que marcaría a una generación entera como uno de sus emblemás.


Indiscutiblemente son madre e hijos, ella con un pañuelo cubriendole el pelo y los chavales con el mismo elegante conjunto para que se vea que son hermanos por si alguien tenía alguna duda, cosa poco probable. Almayso, cuyo nombre deriva de las iniciales de Alfredo Mahou y Solana fue pionero en el arte de la fotografía y el retrato en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX.


Las tres damás posan junto a un pequeño, todos con ropa a rayas. Habitualmente se vestía así con motivo de alguna festividad social, religiosa, como semana santa o familiar como una comunión, cumpleaños o boda. Fotografía perteneciente al fondo histórico del archivo Mahou-San Miguel, que posee casi 5000 imágenes de sociedad del siglo XIX y principios de XX.


Las pequeñas lucen sus disfraces de zingaras en las escaleras de la casa de veraneo y es que había mucho tiempo para pasarlo en jugar y disfrazarse. A veces para divertirse participaban en este tipo de juegos como pasatiempo. Antes prescindían de toda la tecnología actual y solo aparecerían los gramófonos para escuchar música a partir de 1899 y la primera emisión de radio Ibérica en España no se realizó hasta 1924. En estos documentos gráficos podemos apreciar e investigar la evolución social de la época junto a la cervecera Mahou. El autor de la imagen, el Sr Almayso es el acrónimo formado por las iniciales de Alfredo Mahou y Solana.


Hacerse una fotografía en el siglo XIX debía ser un acontecimiento de importancia con carácter de celebración, festividad o solemnidad, ya que implicaba el vestirse y prepararse para la ocasión, el acudir casi siempre acompañado al estudio, y el negociar el carácter del retrato, la puesta en escena, y la iluminación con el fotógrafo. Existían muchos tipos de bigote, el natural, sin artificios, bigote inglés con puntas hacia afuera, imperial, pequeño tupido con las puntas en rizo hacia arriba, húngaro, más grande y estilo libre o Friendly Mutton chops que une las patillas por el bigote.


Fiesta de disfraces en vacaciones, en el jardín de la casa estival. A veces para divertirse participaban en este tipo de juegos como pasatiempo. Antes prescindían de toda la tecnología actual y solo aparecerían los gramófonos para escuchar música a partir de 1899 y la primera emisión de radio Ibérica en España no se realizó hasta 1924. En estos documentos gráficos podemos apreciar e investigar la evolución social de la época junto a la cervecera Mahou. El autor de la imagen, el Sr Almayso es el acrónimo formado por las iniciales de Alfredo Mahou y Solana.


Las muñecas en el siglo XIX podían tener cabeza de porcelana, convirtiéndose en piezas de gran valor. Las muñecas francesas eran las más cotizadas por su complejidad y los vestidos que marcaban estilo en la moda del momento. Figuras muy elaboradas con vestidos de gran calidad convertían estos objetos en herencias que pasaban de padres a hijos. Se popularizaron a finales del XIX en madera o papel maché. Aunque la muñeca más popular en España no llegaría hasta 1938 con la fabricación en serie de Mariquita Pérez, que marcaría a una generación entera como uno de sus emblemás. Estas pequeñas hermanas posan con ellas en el estudio Almayso.


Simpática imagen de dos pequeños con trajes regionales palentinos, por la fecha de la foto seguro que hay una fiesta de carnaval. Desde finales del ultimo decenio del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX en Madrid las celebraciones de carnaval se caracterizaban con el lucimiento y concurso de las carrozas decoradas libremente para la ocasión por sus promotores, en el Paseo de la Castellana. Al igual que la fotografía, lo que antes era algo exclusivo de las clases altas en el caso del retrato, con el carnaval y las fiestas de o bailes de carnaval, la celebración se popularizó.


Los dos hermanos muy elegantes, posan juntando sus cabezas muy hermanados. Gracias al estudio fotográfico de Almayso en Madrid, Mahou dispone de uno de los fondos fotográficos históricos más importantes de España y consiguientemente de Europa, en retrato y composición costumbrista de la segunda mitad del siglo XIX en adelante.


El joven posa con un frac para alguna celebración quizas familiar o social. La finalidad del retrato no es solo personal, si no social y documental. Si tienes un estatus dentro de la comunidad, debías hacerte un retrato fotográfico que documentara tu posición dentro de esta, dándote un valor identificativo. No solo formaba parte del recuerdo de un momento temporal si no que servía de testimonio gráfico, definiendo de alguna manera al individuo y su entorno.


Habitualmente se vestía así con motivo de alguna festividad social, religiosa, como semana santa o familiar como una comunión, cumpleaños o boda. Existían muchos tipos, el natural, sin artificios, bigote inglés con puntas hacia afuera, imperial, pequeño tupido con las puntas en rizo hacia arriba, húngaro, más grande y estilo libre o Friendly Mutton Chops que une las patillas por el bigote.


El señor luce elegante una levita con doble botonera. Existen diferentes planos de retrato, el general presenta por completo a los retratados, el americano de rodillas para arriba, el medio presenta el torso y acerca al individuo, haciéndolo más personal e identificativo, el medio corto como el busto en la escultura y el primer plano que retrata la cara. Fotografía perteneciente al fondo histórico del archivo Mahou-San Miguel, que posee casi 5000 imágenes de sociedad del siglo XIX y principios de XX.


El señor viste un uniforme, posiblemente de servicio de alguna institutción. Hacerse una fotografía en el siglo XIX debía ser un acontecimiento de importancia con carácter de celebración, festividad o solemnidad, ya que implicaba el vestirse y prepararse para la ocasión, el acudir casi siempre acompañado al estudio, y el negociar el carácter del retrato, la puesta en escena, y la iluminación con el fotógrafo.


Este señor de tupé y con camisa de cuello de paloma, así se llamaba por la doblez del cuello, posa sentado y muy recatado para la foto en el estudio de Almayso cuyo nombre deriva de las iniciales de Alfredo Mahou y Solana fue pionero en el arte de la fotografía y el retrato en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX.


Autoretrato fotográfico de Almayso. Almayso se preocupó de retratar momentos mundanos de la vida de la gente y su entorno al más puro estilo de un reportero, ampliando la riqueza de su fondo fotográfico. No era fácil el manejar y portar material fotográfico profesional a cualquier lugar de la geografía, debido a la aparatosidad de las herramientas y máquinas. Esto se traduce en unas ganas, pasión y sacrificio por parte de Don Alfredo a la hora de ejercer su profesión de fotógrafo y retratista. Por cierto, Almayso, es el acrónimo de Alfredo Mahou y Solana fue pionero en el arte de la fotografía y el retrato en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX.


El hombre luce una corbata de rayas y un termo al más puro estilo de la época con su chaleco a juego y una cadenita para el reloj de bolsillo. también un poblado bigote. Existían muchos tipos, el natural, sin artificios, bigote inglés con puntas hacia afuera, imperial, pequeño tupido con las puntas en rizo hacia arriba, húngaro, más grande y estilo libre o Friendly Mutton Chops que une las patillas por el bigote.


A finales del XIX y comienzos del XX empieza a popularizarse el traje chaqueta combinado con un chaleco y pantalones a juego que se va popularizando entre la burguesía madrileña con corbata blanca o negra y un sombrero, bombín o chistera también llamado de copa. y este joven cumple todo el canon de la moda del momento.


Habitualmente se vestía así con motivo de alguna festividad social, religiosa, como semana santa o familiar como una comunión, cumpleaños o boda. Este señor de barba y con camisa de cuello rigido, posa sentado con levita para la foto en el estudio de Almayso cuyo nombre deriva de las iniciales de Alfredo Mahou y Solana fue pionero en el arte de la fotografía y el retrato en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX.


Hacerse una fotografía en el siglo XIX debía ser un acontecimiento de importancia con carácter de celebración, festividad o solemnidad, ya que implicaba el vestirse y prepararse para la ocasión, el acudir casi siempre acompañado al estudio, y el negociar el carácter del retrato, la puesta en escena, y la iluminación con el fotógrafo.


En la moda del momento además de la vestimenta de diario, existía la de día, más elegante para las horas diurnas, para pasear por el retiro, por ejemplo, o la de cocktail, para celebraciones de alto copete y diurnas o nocturnas de chaqué o frac, entre otros atuendos.


La técnica del ovalo esfumato resaltaba la figura del fondo de una forma delicada y elegante, imitando los retratos pintados de épocas anteriores con fondos oscuros y esfumato, que así se llamaba a la técnica de degradado tonal. También el soporte en el que se iba a llevar definía la forma. Este tipo de imágenes solían utilizarse para llevar en portarretratos de objetos como relojes de bolsillo o camafeos de cierre. Aunque se le vea muy joven a finales del siglo XIX la esperanza de vida era la mitad de la que disfrutamos ahora por loque los jóvenes maduraban antes y sus obligaciones sociales y laborales también eran más precoces.